Una historia corta: la política de “No Nazis” de Sunslider, explicada

Por Khall
Era buena política entonces, y sigue siéndolo ahora.

A principios de 1945, la 20ª División Acorazada del Ejército de EE.UU. se dirigía hacia el este, tras desembarcar en Le Havre, Francia, y avanzar hacia la Alemania nazi. Su marcha acabaría por convertirlos en liberadores: los primeros soldados aliados en llegar al campo de concentración de Dachau, en las afueras de Múnich.

Pero antes, les quedaban muchos kilómetros de territorio hostil por atravesar. En un cruce, después de pasar de Francia a Alemania, uno de los sargentos de la división le dijo a un joven soldado raso que se quedara allí para indicar al resto del convoy qué camino tomar. El soldado hizo su trabajo, con un solo problema: al no saber cuándo había pasado el último vehículo, acabó quedándose solo, mientras caía la noche sobre territorio controlado por los nazis.

Ese soldado, como probablemente ya adivinaste, era mi abuelo, Bob Small. Y como en todos los demás días de la guerra —hasta su final y su regreso seguro a Florida— tuvo suerte: cuando el convoy se detuvo para pasar la noche, el sargento miró a su alrededor y preguntó: “¿Dónde está Small?” Al darse cuenta de lo que debió de haber pasado, envió a un equipo de vuelta a ese cruce, donde mi abuelo había tenido el buen juicio de esconderse y esperar. Lo llevaron de regreso al campamento, los muchachos se rieron, y al día siguiente siguieron avanzando.

Como muchos que pasaron por esa guerra —y por la mayoría de las guerras antes y después—, mi abuelo no hablaba mucho de lo que había visto. Se reía contando cómo pelaba montones de patatas cuando estaba de servicio en la cocina, y de vez en cuando contaba la historia de cuando lo dejaron atrás aquel día. Nunca habló de lo que vio en Dachau, pero las fotos publicadas en la historia oficial de la 20ª División Acorazada lo muestran con claridad suficiente.

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Todo esto es una forma extensa de decir que, incluso ahora, casi exactamente 80 años después de que Bob Small pasara unas horas muy incómodas perdido en territorio enemigo, no tengo mucha tolerancia hacia los nazis. Lanzar saludos fascistas como provocación es, efectivamente, solo eso: una provocación. Y sigue siendo una que merece un puñetazo en la cara o, en el caso de Sunslider, una expulsión inmediata.

Es un cliché porque es verdad: mis antepasados no lucharon con éxito contra la última amenaza fascista para que yo traicione ese esfuerzo hoy.

Así que, si alguien quiere debatir sobre esto, estoy más que dispuesto. Teniendo en cuenta lo fácil que es comparado con lo que tuvo que hacer mi abuelo, me considero afortunado. Pero eso no va a cambiar: ya seas Elon o simplemente un fanboy supremacista blanco, si te presentas como nazi, Sunslider no es el lugar para ti.

Aunque, siendo sincero, no creo que ese sea un porcentaje especialmente grande de la población, ni un grupo que aporte mucho a nuestro bien común. Así que, si estás entre la gran mayoría para quienes una política de “No Nazis” tiene sentido, ven con nosotros — estaremos encantados de que te unas.

Khall

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Khall

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